Pero se aman de dos en dos para odiar de mil en mil. Y guardan toneladas de asco por cada milímetro de dicha. Y parecen -nada más que parecen- felices y hablan con el fin de ocultar esa amargura inevitable, y cuántas veces no lo consiguen, como no puedo yo ocultarla por más tiempo; esta desesperante, estéril, larga, ciega desolación por cualquier cosa que -hacia donde no sé-, lenta, me arrastra.
Ángel González

No hay comentarios:
Publicar un comentario